El simulador del Ingreso Mínimo Vital (IMV) en sólo 24 horas fue consultado por un millón de personas (según la prensa del 3 de Junio), de entre ellas habrían muchas profesionales trabajadoras y trabajadores sociales del campo de los servicios sociales con la curiosidad por conocer su funcionamiento. Es importante conocer los recursos que se ofrecen y detectar posibles lagunas o desajustes en ellos, siempre pensando en las personas usuarias que solicitaran ayuda (información, orientación, asesoramiento y sobre todo apoyo) y harán preguntas diversas, relataran sus situaciones sociofamiliares (cada persona o familia son únicas), y crearán dudas, dificultades y desasosiego en las personas profesionales.
Son muchas las expectativas que el IMV ha creado en los profesionales de los servicios sociales. Pero, altas fueron las expectativas con la puesta en marcha de experiencias en salarios sociales y rentas mínimas en las distintas Comunidades Autónomas (CCAA), y que salvo honrosas excepciones han dejado mucho que desear en su conjunto. Cada CCAA puso en marcha la suya, con diferentes requisitos, cuantías, duración y en general muy condicionadas. Pero sólo un pequeño porcentaje de las personas y familias que podrían tener derecho a ellas las han obtenido, tras un sin fin de papeles, gestiones y trámites. Idas y venidas que en han provocado que muchas personas se vieran “ahogadas” en la antesala de los registros.
Las rentas existentes, en muchos casos, no se han convertido en un verdadero escudo de protección para las personas y familias necesitadas ante la crisis del coronavirus. Y al final numerosas personas han tenido que acudir a sus redes sociales más próximas y a los servicios sociales de base para poder al menos cubrir las necesidades de alimentación. Esto ha fomentado, aún más, que los servicios sociales pierdan elementos básicos de su intervención profesional, muy necesaria, derivando hacía prácticas de carácter benéfico-asistencial, en las que prima la inmediatez en la cobertura de las necesidades básicas, pero que olvida los elementos fundamentales como el estudio y análisis, el diagnóstico, la planificación y la evaluación a través de la relación y el intercambio con la personas que solicitan ayuda.
Las rentas mínimas vinculadas a la intervención profesional hizo creer que se habría una oportunidad de cambio real en la forma de trabajar en los servicios sociales. Ilusión que se volvió efímera con el transcurrir de los meses y de los años, ante una realidad administrativa tejedora de mecanismos burocráticos excesivos que devora realidades y que dejaba perplejo e impotente a las personas profesionales.
En principio, el IMV parece no estar condicionado a una intervención por las personas profesionales de los servicios sociales, al menos en sus planteamientos iniciales, y esto nos llevaría a pensar en la necesidad de cambios en la conceptualización del Sistema Público de Servicios Sociales, principalmente en aquellos servicios sociales más cercanos a la población (los servicios servicios sociales municipales) si queremos que sigan siendo pilar básico del Estado de Bienestar. Si el IMV cubre lo básico, los servicios sociales municipales podrán abandonar el carácter “benéfico-asistencial” que viene imprimiendo su quehacer diario desde sus inicios y muy acentuado tras la crisis económica de 2008.
Sin embargo, ya empezamos a ver movimientos para la firma de convenios de colaboración con las corporaciones locales para la posible gestión del IMV. Esto, independientemente de que puedan existir razones de peso para proponerlo y hacerlo, vendría a priorizar la gestión anteponiéndola a la adecuada intervención profesional. Pero si la intervención se ve reducida a la mera gestión, los servicios sociales municipales (primer nivel de atención del Sistema Público de Servicios Sociales) se podrían convertir definitivamente en una mera intervención residual de “aquellos desajustes y consecuencias que la propia sociedad vaya generando”, por tanto el sistema quedará siempre al margen, en la periferia y al borde del abismo, con escasez de recursos y escaso reconocimiento social desempeñando el papel de simples barreras de contención social.
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