Lecturas

lunes, 25 de octubre de 2021

SERVICIOS SOCIALES O ASISTENCIALISMO

 

Los profesionales que intervenimos en el campo de los servicios sociales desde hace años, deberíamos tener claro que estos no van a sacar de la pobreza a buena parte de la población que atendemos. La crisis de 2008 y la del COVID-19 han producido más pobreza, según el avance de resultados de la encuesta FOESSA (2021), año y medio después del estallido de la pandemia, son ya 11 millones las personas que se encuentran en situación de exclusión social en España.

Los servicios sociales deben ser un apoyo imprescindible a las necesidades de la ciudadanía en sus relaciones sociales, en la convivencia, en la resolución de conflictos, la creación de redes sociales, la construcción de entornos solidarios y de apoyos mutuos entre otros, favoreciendo vida comunitaria de calidad y bienestar. En dedicar gran parte del trabajo profesional a las interminables tramitaciones “administrativas” de ayudas para la cobertura de las necesidades más básicas como la alimentación, la vestimenta, la ayuda para material escolar, medicación, suministro de agua o de luz, están impidiendo la construcción de un verdadero sistema público que de sustento a un verdadero Estado de Bienestar.

 

Por ello, se hace imprescindible que los servicios sociales, especialmente los comunitarios, empiecen a soltar el lastre benéfico-asistencial que arrastran desde la dictadura, en donde la ayuda al necesitado, al pobre, era pura beneficencia, no solo utilizaba como un elemento de control sino de servilismo al propio régimen. Como todos y todas recordamos fue en la década de los ochenta cuando se empezó a fraguar el sistema público de servicios, y como dicen Aguilar y Llobet (2015) con “importantes elementos de indefinición” (p. 5) y con un peso muy importante de su antecedente inmediato, la beneficencia pública. No puede ser que un Estado democrático se sustente en prácticas benéfico-asistenciales de épocas pasadas y que se han visto reflejadas con toda su crudeza a raíz de las dos últimas crisis que hemos sufrido. 

 

El Sistema Público de Servicios Sociales debe dejar las prestaciones económicas solo para casos excepcionales ante emergencias, pero aquellas otras llamadas “urgencias” que en los últimos años se han convertido en ayudas periódicas y continuadas en el tiempo, condicionadas y que fomentan la  dependencia y la cronificación de los casos atendidos. Solo parchean una realidad, impidiendo que las propias personas desarrollen sus potencialidades y sean ellas el motor que les haga salir de la situación por la que atraviesan, y haciéndoles perder autonomía e independiente en la toma decisiones sobre su propio futuro.

 

Como dice Piketty (2021) “es preciso trazar un camino democrático para salir del punto muerto y organizar la redistribución necesaria en el marco del Estado de derecho” (p.110). Sin una redistribución clara de la riqueza será difícil concretar una sociedad libre e igualitaria. Por ello, el Estado frente al aumento de la desigualdad debería intentar construir un sistema potente de rentas no condicionadas (llámese renta básica, renta mínima o como se quiera) que permitan crear condiciones mínimas de vida digna para aquellas personas que el propio sistema les ha conducido a la pobreza y exclusión social. Hoy la creación de empleo no va a suponer una bajada en los índices de pobreza, pudiendo incluso formas nuevas de pobreza. 

 

La dignidad de las personas en situación de riesgos, pobreza y exclusión social necesitan de respuestas firmes del Estado (de sus gobernantes) que se reflejen en medidas eficaces ante los desequilibrios que un sistema “capitalista salvaje” ha creado.

 

Los servicios sociales son y deben ser referentes indispensables en la mejora de la calidad de vida y bienestar de las personas, pero no deben etiquetarse como espacios de puro asistencialismo, anclados a interminables bucles burocráticos.

 

Si el Estado garantiza unos mínimos habitacionales y de renta, favorecería el desarrollo de una adecuada atención en el campo de los servicios sociales, pero también en el educativo y en sanitario, que llevarían a la sociedad a niveles de mayor bienestar. De lo contrario seguiremos parcheando, falseando y manteniendo una realidad con la que llevamos conviviendo décadas.


El futuro del sistema de servicios sociales, como ya apuntaba Fantova (2005, p.100), se juega su construcción o su desconstrucción. Pero en estos momentos, tengo la sensación de que los servicios sociales pueden estar siendo conducidos hacia un sistema residual y como herramienta de control y contención social. Quizás las dos últimas crisis lo han evidenciado con toda claridad.

 

 

 

domingo, 14 de febrero de 2021

Péndulo

La historia de los servicios sociales en España no se entiende sin la aportación del trabajo social. Los servicios sociales son el campo de trabajo del colectivo por excelencia muy por encima del de salud, justicia,  educación… y dentro de este  mayoritariamente en centros públicos (CGTS, III ISSE, 2019).  

La crisis de 2008 nos trajo la contención del gasto y un dramático recorte en servicios públicos, servicios que sustentan nuestro Estado de Bienestar, entre ellos los servicios sociales. Estos recortes provocaron una escasez de recursos humanos, técnicos, financieros… en unos momentos en que la demanda ciudadana de servicios sociales aumentaba, llevando al sistema a un encallamiento.

Desde el inicio de la crisis las y los profesionales del Trabajo Social de los servicios sociales se ven movidos como un péndulo en su proceso de intervención que va desde el compromiso con los derechos sociales de las personas, grupos y comunidades como motores de transformación a formas de intervención de carácter benéfico-asistenciales en las que la persona pierde su condición de ser en potencia para convertirse en ser pasivo, lo que nos lleva a tiempos pasados y oscuros de la acción social.

La aparición de las últimas leyes de servicios sociales, en las que se contempla al Trabajo Social como la profesión de referencia del Sistema Público de Servicios Sociales, provoco en su momento cierto grado de euforia contenida en el colectivo por el reconocimiento a la labor de décadas de esfuerzos para sacar adelante al sistema. Pero también, nos hizo reflexionar sobre la necesidad de revisar nuestra intervención para volver a centrarnos en las personas, los grupos y las comunidades como ejes de cambios, y unido al desarrollo de los derechos sociales nos posibilitará superar la travesía pendular en la que nos encontrábamos desde 2008.

Pero sin avisos previos, en 2020 aparece la pandemia provocada por un virus que provoca una crisis sanitaria, económica y social sin precedentes que ha hecho añicos nuestra leve euforia. La realidad se impone y su crudeza nos da un baño de realidad. Estupefactos comprobamos que la atención a la necesidades más básicas, aquellas que son de subsistencias, se convierten en nuestro principal objeto de intervención.

La emergencia social nos aleja de parte de nuestras funciones para centrarnos en la pura gestión y tramitación de ayudas, lo que puede estar provocando que otras profesiones que comparten el campo con el Trabajo Social estén empezando a asumir funciones e intervenciones que hemos ido dejando de hacer aún cuando siguen siendo necesarias. Es por ello, que debemos pensar que nosotros no podemos resolver el problema de la pobreza, pues es un problema que tiene raíces mucho más profundas.

Hace unos días en el programa de la ser A vivir que son dos días (7/Febrero/2021) una compañera Trabajadora Social decía algo así como que lo de Asistente Social quedaba lejos y que hoy de lo que tenemos que hablar es de Trabajo Social. Pero también es necesario pensar que quien olvida su pasado y desanda su presente puede perder la perspectiva de futuro.

domingo, 8 de noviembre de 2020

PERSONAS MAYORES Y PARTICIPACIÓN



En estos momentos tan difíciles, que nos toca vivir, he intentado seguir adelante con algunos proyectos personales, entre ellos la publicación del libro que os presento. Con el libro se quiere agradecer a todas aquellas personas mayores que han dedicado y dedican parte de su tiempo y esfuerzo al ejercicio del derecho a participar en los asuntos públicos, un esfuerzo que en muchas ocasiones no se les reconoce.

La participación del colectivo de personas mayores ha estado mediatizada, politizada e institucionalizada, atada a principios políticos de tintes paternalistas. Sin embargo, el colectivo ha madurado e iniciado nuevos caminos con menos ataduras, más organizado y reivindicativo que en años atrás. Un colectivo que espera de las instituciones públicas formas de gobernanzas más abiertas y relacionales, pero que una y otra vez se les deniega.

En los tiempos inciertos en que vivimos, debemos entender, de una vez por todas, que la persona mayor es uno de los eslabones clave en nuestra sociedad y ha de ser considerada como tal y no como elemento pasivo al que solo hay que intentar cuidar.

Desde miradas distintas como la de políticos, profesionales y personas mayores, el libro analiza procesos y órganos participativos existentes en Andalucía y en la provincia de Sevilla, que los poderes públicos dirigen al colectivo de mayores en el campo de los servicios sociales, que hacen posible su participación en aquellas políticas públicas que les afectan.

El libro se puede adquirir en la librería más cercana de tu barrio o por internet.



 

 


martes, 23 de junio de 2020

INGRESO MÍNIMO VITAL - SERVICIOS SOCIALES


El simulador del Ingreso Mínimo Vital (IMV) en sólo 24 horas fue consultado por un millón de personas (según la prensa del 3 de Junio), de entre ellas habrían muchas profesionales trabajadoras y trabajadores sociales del campo de los servicios sociales con la curiosidad por conocer su funcionamiento. Es importante conocer los recursos que se ofrecen y detectar posibles lagunas o desajustes en ellos, siempre pensando en las personas usuarias que solicitaran ayuda (información, orientación, asesoramiento y sobre todo apoyo) y harán preguntas diversas, relataran sus situaciones sociofamiliares (cada persona o  familia son únicas), y crearán dudas, dificultades y desasosiego en las personas profesionales.
Son muchas las expectativas que el IMV ha creado en los profesionales de los servicios sociales. Pero, altas fueron las expectativas con la puesta en marcha de experiencias en salarios sociales y rentas mínimas en las distintas Comunidades Autónomas (CCAA), y que salvo honrosas excepciones han dejado mucho que desear en su conjunto. Cada CCAA puso en marcha la suya, con diferentes requisitos, cuantías, duración y en general muy condicionadas. Pero sólo un pequeño porcentaje de las personas y familias que podrían tener derecho a ellas las han obtenido, tras un sin fin de papeles, gestiones  y trámites. Idas y venidas que en han provocado que muchas personas se vieran “ahogadas” en la antesala de los registros.

Las rentas existentes, en muchos casos, no se han convertido en un verdadero escudo de protección para las personas y familias necesitadas ante la crisis del coronavirus. Y al final numerosas personas han tenido que acudir a sus redes sociales más próximas y a los servicios sociales de base para poder al menos cubrir las necesidades de alimentación. Esto ha fomentado, aún más, que los servicios sociales pierdan elementos básicos de su intervención profesional, muy necesaria, derivando hacía prácticas de carácter benéfico-asistencial, en las que prima la inmediatez en la cobertura de las necesidades básicas, pero que olvida los elementos fundamentales como  el estudio y análisis, el diagnóstico, la planificación y la evaluación a través de la relación y el intercambio con la personas que  solicitan ayuda.    

Las rentas mínimas vinculadas a la intervención profesional hizo creer que se habría una oportunidad de cambio real en la forma de trabajar en los servicios sociales. Ilusión que se volvió efímera con el transcurrir de los meses y de los años, ante una realidad administrativa tejedora de mecanismos burocráticos excesivos que devora realidades y que dejaba perplejo e impotente a las personas profesionales.

En principio, el IMV parece no estar condicionado a una intervención por las personas profesionales de los servicios sociales, al menos en sus planteamientos iniciales, y esto nos llevaría a pensar en la necesidad de cambios en la conceptualización del Sistema Público de Servicios Sociales, principalmente en aquellos servicios sociales más cercanos a la población (los servicios servicios sociales municipales) si queremos que sigan siendo pilar básico del Estado de Bienestar. Si el IMV cubre lo básico, los servicios sociales municipales podrán abandonar el carácter “benéfico-asistencial” que viene imprimiendo su quehacer diario desde sus inicios y muy acentuado tras la crisis económica de 2008.

Sin embargo, ya empezamos a ver movimientos para la firma de convenios de colaboración con las corporaciones locales para la posible gestión del IMV. Esto, independientemente de que puedan existir razones de peso para proponerlo y hacerlo, vendría a priorizar la gestión anteponiéndola a la adecuada intervención profesional. Pero si la intervención se ve reducida a la mera gestión, los servicios sociales municipales (primer nivel de atención del Sistema Público de Servicios Sociales) se podrían convertir definitivamente en una mera intervención residual de “aquellos desajustes y consecuencias que la propia sociedad vaya generando”, por tanto el sistema quedará siempre al margen, en la periferia y al borde del abismo, con escasez de recursos y escaso reconocimiento social desempeñando el papel de simples barreras de contención social.  

lunes, 25 de mayo de 2020

Desescalada o descalabro tras la pandemia

 Foto cedida por T. Salas
El inicio de la crisis provocó una parálisis mental inicial de la que aún no nos hemos recuperado y de la que nos quedará secuelas. Nos dio de lleno en las narices y aunque se percibía en el ambiente no se tuvo conciencia clara de su magnitud y gravedad. De la parálisis mental pasamos a la parálisis física, tras la cual observamos cómo nuestros marcos de referencias más básicos  y nuestros mecanismos de supervivencia se paralizaban, y empezamos a construir una imagen casi estática de una realidad salida de contexto. Palabras como incertidumbre, desesperanza o angustia emergían con fuerza.

Pero, el miedo a una realidad cambiante no se ha sentido por igual en el comjunto de la ciudadanía. En esta realidad distópica quienes peor lo están pasando son las personas más vulnerables, aquellas que siempre han contado con menos recursos y posibilidades, a las que la sociedad les ha ido negado una y otra vez una oportunidad. Son personas, familias y grupos que durante años han estado viviendo en el filo de la pobreza y la marginación. Una parte de la sociedad se queda al margen, ya paso con la crisis económica y vuelve a pasar con la actual crisis sanitaria. Las esperanzas no son iguales para todos.

Hablamos de crisis sanitaria y de nueva crisis económica pero poco de la crisis social que  crece día a día en pueblos y ciudades, que se tamiza en largas colas a las puertas de entidades voluntarias para recibir una bolsa de alimentos, donde los servicios sociales (municipales) se hacen invisibles. Aunque, el actual gobierno a diferencia de otros en el pasado reciente sí ha puesto en su agenda la crisis social de las personas. Esperemos que no dejen en la cuneta a miles de personas.

Desde la visión del trabajo social y de los servicios sociales, la perplejidad fue mayúsculas el día que cerraron los centros y las personas profesionales se tuvieron que marchar de forma inmediata a sus casas. Con desazón de no saber a qué se enfrentaban. Demasiado complicada era la realidad social que nos dejó la crisis económica anterior, a la que se enfrentaban en el día a día con una importante escasez de recursos. Sólo pensar en el cierre de los centros y la consiguiente desatención de personas en situación límite dejaba un vacío difícil de entender, solo mitigado por la idea de salvar vidas, entre las que se encontraban personas profesionales con las que se comparten tareas y espacios laborales que por diferentes causas se convirtieron también en población de riesgo por el virus.

Pero la realidad se imponía, las necesidades de la población se incrementaban por el confinamiento y la paralización generalizada de la actividad económica. La “olla a presión” empezaba a coger temperatura y en cualquier momento podía estallar. Se imponía una toma de decisiones difíciles y adoptar medidas urgentes que hicieran posible la atención social dentro de unos parámetros para lo que no se estaba preparado en servicios sociales. Con una respuesta inicial débil, insegura y con muchas lagunas. La tecnología que ocupaba un papel importante ahora se hacía imprescindible para poder llevar la intervención, aunque desde una dimensión diferente y que muchas personas profesionales ni siquiera habían imaginado pocas semanas atrás. 

Durante el confinamiento se abrió camino el teletrabajo, al que se conocía de oídas, pero con el que no se tenía experiencias previas, y día tras día la realidad se imponía a golpes bruscos de timón. ¿Cómo dejar una práctica basada en las relaciones personales y la cercanía física, por otra desde la distancia? A veces insalvable por medios técnicos y en tan corto espacio de tiempo.

En el proceso de adaptación urgente, se encontraron dificultades para contactar la persona usuaria con la persona profesional y viceversa, accesos remotos telemáticos de cierta complejidad, la falta de equipos, el exceso de horas de trabajo camufladas por la vida familiar, la soledad profesional, la falta de espacios para la desconexión y el descanso mental ante los casos sociales tan dramáticos que se enfrentan unió al propio confinamiento de la profesional. Y por encima de todo el intentar ayudar a las personas.

El aumento desmesurado de las demandas para la cobertura de las necesidades más básicas como la alimentación junto a la necesidad de una intervención telemática ha producido cambios demasiados acelerados y ha supuesto para la persona profesional un esfuerzo enorme, gran desgaste emocional y la aparición de estados de ansiedad durante todo el Estado de Alarma, que debe ser analizado con detenimiento y pensando de que no se estaba preparado para este cambio tan inesperado e incierto, pero que a pesar de todo la atención social se retomo con aciertos y errores.

Todo lo anterior, me lleva a pensar, que en cierta medida se ha producido cierto “descalabro” profesional en una desaceleración social sin precedentes, donde la intervención profesional se hace aún más necesaria que antes y debe buscar fórmulas nuevas para superar los nuevos retos que se avecinan en el futuro.

sábado, 11 de abril de 2020

DUDAS FRENTE A LA NORMALIDAD

Hace varias semanas que permanecemos en nuestros domicilios confinados, una experiencia inédita para la gran mayoría de la ciudadanía. En estos últimos días los cuerpos y mentes se resienten y flaquean, pero cada día a las ocho en punto de la tarde salimos a nuestros balcones, aplaudimos y cantamos “resistiré” para dar ánimos a muchas personas que con su trabajo hacen posible la resistencia, pero también salimos para darnos ánimos a nosotros mismo, para no flaquear y seguir adelante. 

La unidad colectiva y la responsabilidad personal son necesarias frente a la crisis, a pesar de comportamientos incívicos de algunos conciudadanos.

Al comienzo de la crisis supermercados y tiendas de barrio notaron la escasez de papel higiénico, pasaron los días y empezó a escasear la lejía y desde hace unos días escasean las harinas de repostería. En pocas semanas hemos pasado del cuidado corporal y del hogar al cuidado de nuestras mentes creando suculentos platos y postres que hacen gala de originalidad y creatividad y que agradecen tanto la vista como nuestros estómagos. La necesidad de estar activo mental y físicamente se impone. 

Hemos recurrido al ejercicio físico de salón, a las series, las películas, la música más variada, a los libros… pero dentro de nosotros algo inquieta y nos da miedo, nos descoloca el significado que cobra el concepto tiempo. Han sido nuestros hábitos y costumbres los que nos han ayudado a marcar ritmos y permitir la cordura, y sorprendentemente lo telemático ha hecho posible el contacto a distancia con familiares, amigos, colegas… permitiendo en muchas ocasiones la ayuda mutua y en muchos casos seguir trabajando y aportando en estos días difíciles.

Sin embargo, el ánimo personal se resiente ante la falta de normalidad en el día a día, incluso aquellas personas que seguimos trabajando ya sea presencial o telemáticamente sentimos esa falta o pérdida de normalidad tanto en casa como en el trabajo.

Está perdida de normalidad es la que nos enfrentará a cambios tanto a nivel individual, grupal como comunitario en el futuro. Pero, la cuestión está en saber si esos cambios que están por llegar van a permitir una mayor empatía entre las personas y una mejora en las relaciones personales, sociales, laborales... o por el contrario las empeoraran. Por tanto, no es de extrañar la inquietud que tenemos ante una futura normalidad incierta.

viernes, 27 de marzo de 2020

Servicios Sociales Esenciales

El gobierno ha decretado que los trabajadores y trabajadoras de los servicios sociales son esenciales frente a la crisis sanitaria que padecemos. Para quien lo desconozca, el Sistema Público de Servicios Sociales se organiza, al igual que el sistema público de salud, en dos niveles de atención, un primer nivel llamado comunitario y considerado la puerta de entrada al sistema (competencia de las administraciones locales) y un segundo nivel denominado especializados (competencia de las Comunidades Autónomas).

En 2018 publique en la revista TSDifusión nº128 un artículo, con el título Los Servicios Sociales Comunitarios en la Encrucijada, en él expresaba mi estado de vértigo debido a la aprobación de la nueva ley de Servicios Sociales de Andalucía de 2016, después de más de treinta años de su antecesora de 1988, primera ley de servicios sociales que se aprueba en España coincidiendo con la salida de la crisis de 2008. Una crisis económica que produjo una crisis política y de valores importante, pero que derivó en una crisis social que se cebo con los sectores de población más débiles y vulnerables, entre ellos los menores, las personas mayores, las mujeres o los inmigrantes. A estos sectores de población sólo les quedó los servicios sociales como último recurso. Pero se encontraron unos servicios sociales debilitados tras los brutales recortes sufridos durante la crisis, y que debido a esos recortes en estos momentos se encuentran en una situación de debilidad para afrontar la nueva crisis que se avecina tras la crisis sanitaria.

El Estado de Bienestar se ha de sustentar en cuatro pilares básicos que son la sanidad, la educación, la garantía de ingresos y los servicios sociales, pero tienen que ser pilares de responsabilidad pública. Estos cuatro pilares son los que más han sufrido los recortes presupuestarios por la idea de la contención del gasto público, disminuyendo su capacidad en la atención a las necesidades de la ciudadanía, con el consiguiente impulso de lo privado por aquello de su mayor eficiencia económica, eficiencia que se ha demostrado falsa.

La pandemia del coronavirus nos esta permitiendo ver la situación tan deficitaria que arrastran los servicios públicos del bienestar, y que hoy empezamos a comprender, por fin, que son esenciales para el conjunto de la ciudadanía sin ningún tipo de exclusión.

El Sistema Público de Servicios Sociales es el más joven de los cuatros que sustentan el Estado de Bienestar, ni  la Constitución los contempla, salvó al mencionar a la tercera edad y lo hace en un sentido amplio. Hoy nos acordamos de las residencias, de la dependencia y la atención domiciliaria, también de las personas sin hogar y de los menores que no tiene cubiertas sus necesidades alimentarias, de la violencia de género en periodo de cuarentena… pero los continuos recortes en  en recursos humanos, materiales, técnicos y financieros unido a la falta de una ley marcó que establezca  unos mínimos de atención en todo el estado, están asfixiando al sistema y lo están llevando hacia intervenciones de tipo caritativas-benéfico-asistenciales de carácter puntual, olvidando a las personas y sus derechos e imposibilitando una adecuada atención a sus necesidades sociales. Y ante la crisis provocada por el coronavirus esta colapsando muchos de los servicios básicos del sistema de servicios sociales. 

Por tanto, es necesario y de interés general, acometer políticas que apuesten de verdad por unos servicios públicos de calidad, de entre los cuáles se encuentran los servicios sociales.

Pd. además, es necesario y urgente la implantación de una renta social de ámbito nacional que sustituya las distintas rentas mínimas existentes en las comunidades autónomas, que sirva de barrera para hacer frente a la crisis social que se vislumbra tras la pandemia sanitaria.

viernes, 13 de marzo de 2020


La epidemia-pandemia del coronavirus ha puesto en evidencia que el individualismo promovido por un capitalismo salvaje no es buen compañero de viaje para la sociedad en su conjunto, al igual ,lo es para un reducido grupo de pudientes en busca de enriquecimiento. En nuestro país, la pandemia pone sobre la mesa la necesidad imperiosa de disponer de un sistema público de salud fuerte que puede hacer frente a esta crisis y otras que puedan venir en el futuro. Sin embargo, en estos últimos años, bajo la recesión y el temor al gasto excesivo, los gobiernos han ido recortando día tras día recursos (humanos, materiales, financieros...) en los sistemas públicos de salud, educación y servicios sociales, pilares básicos de nuestro Estado de Bienestar.  

Como es posible, que hoy algunos hablen de robusted de nuestro sistema público de salud a pesar de los brutales recortes sufridos. Cuando hablan de robusted no parece que incluyan a las compañías privadas de salud que han proliferado como “campos de champiñones” en detrimento de lo público y que hoy da la espalda a la epidemia/pandemia. Los medios de comunicación deberían hablar en estos días y en los venideros de la necesidad imperiosa de contar con sistemas públicos fuertes que sustenten nuestro Estado de Bienestar, para ello sería necesario dotarlos de recursos suficientes, adecuados y de manera permanente para que puedan protegernos ante cualquier adversidades que se pueda en el futuro. La pandemia confirma que lo privado no nos protege ante la adversidad de un pueblo.

El neoliberalismo nos conduce a una sociedad más individual, más desigual e injusta, una sociedad en estado de riesgo permanente. Hoy me pregunto si en un futuro no muy lejano seguiremos en esta dirección delirante o rectificaremos como pueblo tomando el camino de una sociedad más solidaria, más igualitaria y más justa que la que estamos construyendo. 

domingo, 1 de marzo de 2020

Contra el Capitalismo Salvaje de Bernie Sanders

Berni Sander es uno de los candidatos del Partido Demócrata  a la presidencia de los EEUU. Son numerosos sus detractores tanto de su propio partido como del Partido Republicano que le consideran un extremista de izquierdas por sus propuestas. Sin embargo, en las últimas semanas está movilizando a una parte muy importante del electorado americano, y se empieza a hablar de un emergente movimiento social.

El libro describe de manera sencilla su pensamiento y sus propuestas de gobierno para la mejora de las condiciones de vida del pueblo americano. Nada extremista en su pensamiento, más bien un socialdemócrata que podría llegar a ser un excelente presidente para el pueblo americano, no para los grupos de poder capitalistas.

Un libro recomendable y de fácil lectura para comprender un poco más la realidad del pueblo americano.

Reseña del libro: Silencio administrativo de Sara Mesa

La autora (Sara Mesa) se adentra en los laberintos administrativos del Sistema Público de Servicios Sociales de Andalucía. Para ello ayudará a una mujer (persona sin hogar) en los trámites para obtener la prestación de  Renta Mínima de Inserción Social de Andalucía (REMISA). Prestación económica garantizada que desde enero de 2018 sustituye  al  Programa de Solidaridad de los Andaluces para la erradicación de la marginación y la desigualdad en Andalucía aprobado en 1999 (conocido como Salario Social).


El libro describe, de forma clara y concisa, el procedimiento y sus innumerables obstáculos en la tramitación de la prestación para una persona sin hogar. Es un libro muy recomendable para los profesionales que trabajan en el Sistema Público de Servicios Sociales, pues nos presenta la renta mínima desde una visión externa al propio sistema, además de estar redacta de forma brillante.

En cuanto, a los “peros” de la obra. Lo primero que me rechina es como encuentra a la persona y decide acompañarla (“tirada” en la calle en los prolegómenos de las navidades, solidaridad y al apoyo del desvalido en fechas tan señaladas). Lo segundo, la crítica demoledora a profesionales y centros (demasiado concretos), como sabemos desde el inicio de la crisis en 2008 el Sistema Público de Servicios Sociales se ha deteriorado hasta proporciones dramáticas, tras recortes presupuestarios continuos. Que entre otras consecuencias tenemos la sobrecarga en las y los profesionales por las escasas plantillas existentes en el sistema y por su continua reducción sin visos de solución. Me hubiese gustado percibir más la reivindicación de unos servicios públicos y de las personas que trabajan en él.

Recomiendo su lectura para la reflexión y el debate.

domingo, 16 de febrero de 2020

REDES

He de reconocer que mi relación con las redes sociales ha ido empeorando con el tiempo, llegué a un punto de casi abandono. De las diferentes plataformas en las que estaba Facebook, Twitter, Blogger … salvo WhatsApp que la seguí utilizando con las personas más cercanas. Quizás la posible utilización de mis datos por las empresas que gobiernan internet, unido a una percepción de cierta superficialidad y poca solidez en innumerables de los contactos diarios y a que en muchas ocasiones ni si quiera se daban en tiempo real, provocaron en mi cierto hastío.

En cuanto, a mi relación con el mundo del blog comenzó en 2008, llegué a tener activos tres, y como profesor, en algunas de mis asignaturas utilizaba el blog como herramienta de trabajo para el desarrollo de contenidos y el trabajo semanal con los alumnos y las alumnas. En agosto de 2014 publico la última entrada, y casi les di la espalda.  Entre las razones, la primera es comprobar la poca repercusión de lo que escribía o quizás no sabía difundirlo convenientemente, también las dificultades que implican mantener en activo un blog, lo que significa publicar cada cierto tiempo, como mínimo cada quince días o un mes. Y a estas dos cuestiones tendría que añadir las dificultades que implican ajustarte a los formatos y las condiciones que establecen   distintas plataformas para poder crear y desarrollar el blog que a veces complican más que facilitan.

El reencuentro con las redes se produjo recientemente con Twitter. Hace poco he vuelto a retomar mis blogs con la inquietud de seguir dando la opinión sobre temas que me interesan en el día a día sobre Trabajo Social, participación, servicios sociales, política social... e intercambiar opiniones sobre estos en la red. 

Pendientes quedan otras redes como Facebook y que aún no se como iré retomando.



SERVICIOS SOCIALES O ASISTENCIALISMO

  Los profesionales que intervenimos en el campo de los servicios sociales desde hace años, deberíamos tener claro que estos no van a sacar ...