Los empleados y empleadas públicos, el pasado 8 de Junio, estaban convocados a la huelga por los recortes en sus salarios. Salarios que se han caracterizado en estos últimos años por la moderación, ni si quiera alcanzaban las subidas del IPC anual, su poder adquisitivo ha ido disminuyendo de manera progresiva, coincidiendo con tiempos de “bonanza” y enriquecimiento en el sector privado. Nunca antes se había producido un recorte de éste calibre.
La causa, según dicen, es el déficit público, el recorte va acompañado de otras medidas, y ya sobre el horizonte se visualizan otras de hondo calado.
La impresión general es que la huelga ha sido un fracaso, que ha sido poco respaldada por los empleados públicos. Sin embargo, el verdadero fracaso es de aquello/as que manejan las cuentas públicas y que han producido el déficit público, antes y después de la entrada del euro.
Resulta paradójico que quienes dictan las directrices y las líneas básicas de intervención son personas ajenas a nuestro país, a las que se les supone autoridad para afrontar la actual crisis. ¿Se les presupone representatividad? En caso afirmativo, implica que nuestro gobierno ha dejado de ser representativo, que ha perdido su representatividad. Deberíamos preguntar al conjunto de ciudadanos y ciudadanas si quieren medidas neoliberales para salir de la crisis.
El neoliberalismo desea un “Estado Mínimo” que no interfiera en el juego del libre mercado, y ello implica el desmantelamiento del “Estado de Bienestar” cuyo fin es la intervención con el objeto de asegurar condiciones de bienestar mínimas a la población en su conjunto. Caminamos hacía una sociedad más injusta, desigual e individualista.
El movimiento obrero desde el Siglo XIX ha favorecido mejoras en las condiciones de vida de la clase trabajadora y de las más desfavorecidas de la sociedad, y es incuestionable.
Desde hace más de tres décadas, en nuestro país, el sindicalismo ha ido perdiendo apoyos de la clase trabajadora (vean sino los niveles de afiliación). La perdida de apoyos no se debe a una única causa. Aunque algunas tienen su origen en el propio movimiento sindical, otras, quizás las más, tienen que ver con ideologías predominantes en la sociedad y su plasmación en los contextos sociales, económicas y políticos.
La huelga del pasado día 8 fue respaldada por los que siguen creyendo que el sindicalismo, a pesar de sus defectos y debilidades, aún puede ser un arma de los trabajadores y trabajadoras del sector público o el privado contra el despiadado proceder del capital.